Hoy el cielo debería ser de colores, y sin embargo va a tener el mismo color azul de siempre. Porque nada va a cambiar porque sea mi vigésimo primer cumpleaños.
Ya llevo tantos aniversarios a cuesta que me cansé; los aborrecí. Y que nadie me pregunte porqué, porque ni yo sé la razón.
Intento que pase lo más desapercibido posible, quiero que sea un día sin pena ni gloria. Le doy la mínima importancia que se merece.
Si alguien me va a felicitar, que sea por mis triunfos. Por algo que haya hecho con mis propias manos y merezca ser felicitado por ello.
No quiero tener un día especial, por una razón tan cualquiera como un cumpleaños.
Pero vamos, ser agradecido es de ser bien nacido. Y en este caso nunca mejor dicho.
Gracias, a todos los que se acuerdan de mí hoy.