Le regalé tierra, y con ella me enterró. Le enseñé mi vida, y así fue cómo se la llevó. Le enseñé el fuego, y me ardió.
Le enseñé hasta lo más profundo de mi cordura, y me dejó a solas con la locura.
Escuece saber en que la próxima hoguera no seré yo quien esté dentro. Ni seré yo quien formule fórmulas para poder dormir, y aún escuecen esas noches.
Bienvenida seas, locura mía.
Me perdí tanto, que escuece...