Tan solo pensar la idea de compartirme, corroe una desazón llena de mugre y óxido que se genera en los orígenes y abarca hasta mi última molécula. Siempre existió ese temor por el sentimentalismo ajeno, y ya pedí perdón por ello.
Me negué la necesidad por abrirme en canal y que rezuman las cucarachas de mi interior. Aún aguardo el lastre del pasado; nadie es digno para analizar las partículas de mi alma.
Huele a rancio desde mi posición. Sigo aquí, en el núcleo del vacío, ornamentado de miel y veneno mientras acaricio la ciencia para salvar el arte.
No hace falta que me sueñes,
ya me masturbo yo.