La idea de sentirnos Dios nos convierte en mortales. Basta con analizar la mente y saber que la memoria es selectiva; es capaz de borrar recuerdos dolorosos. Sintiendo esa necesidad de disgregar los instintos Eros y Thanatos.
El ser humano es frágil —cada átomo de nuestra existencia—. Creamos la moralidad para alterar la naturaleza del dolor, para luego darnos golpes hasta deshilacharnos la cáscara. Dándole a la religión el título irrevocable de nodriza.
Aprendamos a ser humanos,
asumiendo la fragilidad y el dolor.